Dice una voz abrumada:
¿no es más triste el silencio?
¿no es más triste la soledad?
¿no es más triste la muerte?
El eco de su palabra no alcanza distancia alguna
Y se esconde entre las sábanas o los muros de la intimidad.
Dice la misma voz abrumada:
¿será el llanto?
¿será la sombra?
¿será la vida?
El eco de su palabra perturba el espacio
y enmascara un sombrío tiempo perplejo, fluctuante,
inseguro.
Dice de nuevo la misma voz abrumada:
¿y si…?
Y sucumbe a la obviedad:
No es la bruma.
Es la inevitable compra-venta de rastrojos
y el desconsuelo de expectativas.
Y la nada.
Un manojo de defectuosos intercambios frustrados,
una descompensación injusta pero valiente,
que acontece en la desesperación
y se torna inútil escenario de marionetas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario