martes, 13 de febrero de 2018

EL LÁTIGO


El látigo en su prolongación mata. Espanta.
El equilibrio de su intervención es todo un adiestramiento.
Extingue las intenciones.
Enloquece en su baile al viento.

Silencia miedos.
Obedece al banal y amenazante movimiento.
Quiebra los sentidos y apaga miradas.
Ensombrece la milonga como maneja sus giros.

El látigo es la mirada apagada,
el límite, el obstáculo, el bache.
El látigo es el recorrido de tu desprecio,
aquel sutil ruido del ultraje.

El látigo es el quebranto de una fatiga,
la humillación de un sueño.
El gesto capaz de  abusar,
acaso por un sucio azar,
que, por no esconder miserias,
eligió herir sin expiar.

Y prefirió el tormento al deseo.
Y prefirió el dolor al anhelo.
Y prefirió irse hiriendo,
irse yendo en lugar de aguardar el adiós.

El látigo usurpador de dignidades. Me embarga.
Es la sombra de tu entorpecida presencia.
Y me mata. Me exhausta. Te nombra.


No hay comentarios:

Publicar un comentario